Control de lectura "Emma Zunz"

Control de lectura de "El milagro secreto y La intrusa"

1-

Desde el inicio, se plantea que la realidad es moldeada por la mente y la ficción. En El milagro secreto, Hladik encuentra a Dios en un mapa de la India durante un sueño. Esta revelación no ocurre en un plano racional, sino simbólico: la mente.

La India, como escenario simbólico, es clave porque, como dice Barrenechea, representa lo “vasto y caótico”. El mapa no es una geografía física, sino una imagen del universo y, por extensión, de la mente divina. Borges sugiere que lo sagrado puede revelarse en cualquier objeto si se lo interpreta desde la perspectiva adecuada.

El pedido de Hladik “Otórgame esos días...” refleja su deseo de creación, incluso sabiendo que su obra no tendrá lector. El arte, en este contexto, no busca fama ni trascendencia, sino una forma de redención personal. Hladik escribe para cerrar un ciclo interno, completar lo que comenzó.

Borges también difumina los límites entre lo real y lo irreal: el milagro interrumpe el tiempo y crea un instante fuera de las leyes físicas. Ese paréntesis, donde se manifiesta el arte, conecta con lo divino. El lector, al aceptar lo imposible, participa del juego literario.

Finalmente, la figura del autor aparece como alguien que busca sentido en el caos. El mapa representa lo infinito. El verdadero milagro no es solo el tiempo detenido, sino el acto creativo en sí, que para Borges es siempre un hecho sagrado.

2-

En La intrusa, Borges expone cómo las formas del relato reflejan la ideología de la historia. El gesto de Cristián al “entregar” a Juliana a Eduardo no es un acto de generosidad, sino de cosificación: la mujer es tratada como un objeto que debe ser eliminado para preservar el vínculo entre los hermanos.

Narrativamente, el cuento permite oír distintas voces —testigos, hermanos, narrador— sin que una predomine, lo que invita a una lectura crítica. No hay una interpretación única; el lector debe tomar posición frente a los hechos.

El cuento desafía los valores tradicionales: el amor, la libertad individual y la convivencia son subordinados a una lógica donde la mujer no tiene voz ni poder, y donde el lazo entre varones se impone. Borges no justifica esta violencia, pero tampoco la condena directamente; la muestra con ambigüedad, generando reflexión.

Así, el cuento no solo relata un conflicto familiar, sino que plantea una tensión entre visiones del mundo distintas. El lector queda frente a un dilema ético sin solución evidente, lo que refuerza la complejidad de la obra.

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